“Cuidado con lo que sueñas, porque un día te levantas y se ha hecho realidad”. Es la advertencia de Lucía, cofundadora de Quesería Jaramera, a todos los jóvenes que se atrevan a soñar con emprender un negocio en el campo. “En nuestro caso, la realidad que vivimos es muy parecida a la que soñamos”.
Sueños que tenía Lucía mientras ordeñaba vacas y ovejas en la granja de su mentor, un ganadero que también le enseñó a elaborar queso. Ella trabajaba toda la semana en Madrid como bióloga y los domingos se subía a la sierra y viajaba en el tiempo para imaginarse una vida en el campo dedicada a elaborar queso. Y entre sueño y sueño conoció a Pedro, en una asociación de queserías artesanas. Él trabajaba en una consultoría de obra industrial y pasaba todo el día delante del ordenador. Le gustaba su trabajo, pero echaba de menos la vida del pueblo de Guadalajara donde se crió.
“Cuidado con lo que sueñas, porque un día te levantas y se ha hecho realidad”
Así que un buen día, decidieron unir sus caminos profesionales. Dicen que fue gracias al río Jarama que limita sus provincias de origen -Madrid y Guadalajara-. Y para que nada les separara, crearon un botón de queso. El producto más icónico de Quesería Jaramera, con varios premios nacionales.
Un botón que tiene cuerpo y alma. El cuerpo, porque es un queso muy atractivo a la vista; y el alma, que es social. “Traíamos nuestra filosofía de base y no podíamos hacer nada que estuviera reñido con ella”. Por eso los productos de Quesería Jaramera son justos con los proveedores, elaborados con leche de animales de pastoreo, los envoltorios están fabricados con materiales sostenibles, toda la instalación energética es eficiente y la energía proviene de una fuente solar. Todo ello intentando generar la menor huella posible.
Pero los sueños no se consiguen solos. Atrás quedaron los dos primeros años del proyecto que fueron muy duros. “Pero a pesar de ser muy cansados los vivimos con mucha felicidad porque estábamos creando algo de cero que nos hacía muy felices”. Y luego tuvieron que aprender a lidiar con la incertidumbre. Lucía admite que hay momentos en los que le gustaría poder irse del trabajo sin pensar en lo que deja pendiente. Pero es un pensamiento que dura poco. “No nos arrepentimos ni un minuto de todo este cambio, porque la continua excitación de lo que pasará mañana es muy estimulante”.
Excitación, creación, estímulos… cualquiera podría pensar que estas no son palabras ligadas a una apacible vida en el campo. Pero nada más lejos de la realidad.
“No nos da tiempo a aburrirnos porque no paramos de crear. Hay una parte intelectual constante: nuevos productos, llegar a nueva gente, colaborar con otros proyectos… Es una vida que para nada está relacionada con la soledad o el aislamiento”.
“Además, los pueblos se ven como algo parado pero estamos hiperconectados con la ciudad y con otros pueblos aledaños. Hay más vida en el campo de lo que parece. Percibimos un neorruralismo muy estimulante, personas que llevan a cabo iniciativas super innovadoras en el medio rural”.
Llegados a este punto, la pregunta es obligada. ¿Crees que el campo ofrece oportunidades de emprender a la gente joven? A lo que Lucía afirma categóricamente. “El campo es un lienzo en blanco porque es un espacio lleno de nichos que ocupar donde la creatividad puede ser infinita. Solo se necesita energía y una visión un poco más despejada que lo que la ciudad nos permite”.
Así que ya sabéis. Todos a soñar.